miércoles, 4 de septiembre de 2013

Catalina, la putita.

Es la típica historia de una putita que se llegó a enamorar. 

Catalina, la putita, tenía un novio, el cual le había roto el corazón. Aún así ella no lo dejaba porque en cierta forma a esta Catita le gusta el dolor. De repente llegó alguien más a su vida. Ya las cosas no se veían tan mal después de todo. Catalina comenzó a sentir algo nuevo por él, por esos ojos que pareciera que solo soñaran con ella. Se dieron besos que en un comienzo se acompañaban por un 'no te enamores' que ella susurraba y luego fue mutando a un beso sincero y lleno de amor. Catalina, la putita, ahora se había enamorado, pero como es costumbre de toda puta, pues, ella le rompió el corazón. Había terminado con su antigua relación para comenzar a salir con alguien más, alguien cuyos ojos no brillaban por ella, pero que la hacían sentir liviana, sin ataduras en las manos.

Terminó llorando por la cita eterna que tuvo y por haber perdido a esos ojos brillantes y sinceros. Ya no le quedaba más que seguir por la vida probando un poco de por aquí y otro poco de por allá. Se volvió una putita al máximo pero no lo disfrutaba.  Seguía pensando en él y en sus formas de abrazarla y de mirarla. Él volvió. Esta vez ella no lo dejó irse.

Tuvieron una relación. Catalina nunca había amado a alguien como a él. Pero las putas nunca tienen un final feliz y Catalina terminó sola, llorando otra vez. Ahora era él quien le rompía el corazón.


martes, 3 de septiembre de 2013

Cuando Catalina se siente sola

Me siento sola cuando sé que estás ahí pero tienes algo mejor que hacer. Cuando me pones excusas que son reales pero no suficientes. Me siento sola cuando estoy en el baño y no alcanzo a enjabonarme la espalda, cuando siento muy lejos el vaso de agua que está en la cocina.

Pero me siento aún más sola cuando no llego a soñar nada de noche ni de día y me encuentro pendiente de la hora para simplemente llegar a casa y estar, otra vez, a solas. Lo disfruto, me acostumbro. De cuando en cuando llegan de puntitas los recuerdos que me hacen sonreír y se siente como si realmente valiera la pena.






lunes, 2 de septiembre de 2013

Carta de Catalina para Horacio

Te esperaba casi todas las noches, dormía a un lado de la cama. Todas las malditas noches, dormía en el mismo lado de la cama y arreglaba la que quizá, en algún momento, sería solo tu almohada. Nunca llegaste. Me di cuenta que la cama era mía y que podía dormir en donde quisiera. Ahora duermo en el centro de la cama y hace varias noches que ya no acomodo tu almohada. Y no es que ya no te ame, pero uno ya se cansa de esperar llenar el lado vacío del colchón.

Tenía esta imagen de dos sombras bajo el Sol que tanto enrojece mi piel en verano, una toalla tirada en el piso del baño que siempre con amor recogería, dos platos en la mesa, dos vasos por llenar y tu ropa interior en mi cesto de lavado. Otra vez, no fue así. En su lugar ocupé mi tiempo en otras cosas, estuve mucho más con amigos, di las gracias a otros gestos y me reí de otros chistes que, en un principio, fueron tuyos. Y no es que ya no te ame, pero no puedo dejar de vivir porque tú no estás.

Ahora discutimos más, no me soportas a menudo, termino por romper todo y luego armarlo con mucha paciencia. Y solo porque te amo aún sigo intentándolo, muy a pesar que sepa que contigo el sueño compartido se aleja en cada Luna que se va. En serio, no es que ya no te ame, solo que ya no eres el cuadro enmarcado encima de mi cama, no eres el tictac de mi reloj, ni el que me haga sentir segura sobre todo lo que me hace llorar. Yo, aún así, te amo. Espero que algún día vuelva aquel quien me tenía como su mejor tiempo y compañía, su mejor sonrisa y su peor corazón roto.



Te espero desde que te fuiste sin despedirte,
Catalina.